Bloqueado mientras luchaba por conseguir la correcta combinación
de palabras en una melodía,
salí a dar un paseo por la ribera de mi imaginación.
Nubes doradas se arrastraban por el sol.
Pero si alguna vez vuelvo al siglo veinte,
supongo que tendré que pagar algunas deudas.
Abrir el libro de mis recuerdos desvanecidos,
con su catálogo de remordimientos.
Hacer frente a las deudas que contraje,
y también a las que no.
Sentarme, cerrar el pico, pensar en Dios
y esperar el momento de mi salvación.
No tenemos intención de liar las cosas,
pero lo hacemos.
Y luego todo es “Oh, lo siento”.
Aquí hay una risueña fotografía del amor cuando era nuevo.
En una fiesta de cumpleaños.
Formula un deseo y cierra los ojos: sorpresa, sorpresa, sorpresa.
A principios de un diciembre ocre como un gorrión,
la escarcha cubre el estanque.
Disparo un pensamiento hacia el futuro
y vuela como una flecha
que atravesara toda mi vida. Y más allá.
Si alguna vez regreso en forma de árbol o como un cuervo,
o incluso como el polvo que arrastra el viento;
me encontraréis en el viejo sendero
de la canción cuando los cables enmudezcan.
Daos prisa y acordaos de mí, como yo os recordaré a vosotros.
Muy por encima de las nubes doradas vibra la oscuridad.
La Tierra es azul.
Y todo lo relacionado con ella es una canción de amor.
Todo.