Es como una acuarela de una vida tranquila
de un atardecer ya avanzado,
cuando los rayos del sol atraviesan los encajes de la cortina
y las sombras difuminan la habitación.
Estamos sentados y bebemos nuestro café,
acostados en nuestra indiferencia,
como las conchas sobre la playa.
Puedes oír el rugido del océano
en la conversación pendiente,
y los lamentos superficiales
son las fronteras de nuestras vidas.
Tú lees tu Emily Dickinson
y yo mi Robert Frost,
y señalamos las páginas con marcadores
que miden lo que hemos perdido.
Como un poema pobremente escrito,
somos versos sin ritmo,
pareados que no riman,
en un compás entrecortado.
Y la conversacion pendiente
y los lamentos superficiales
son las fronteras de nuestras vidas.
Sí, hablamos de cosas que importan,
con las palabras que deben decirse:
"¿Merece la pena el análisis?"
"¿Está el teatro realmente muerto?"
La habitación se ha desdibujado suavemente
y sólo beso su sombra.
No puedo sentir su mano:
ahora eres una extraña para mí,
perdida en una conversación pendiente
y los lamentos superficiales
son las fronteras de nuestras vidas.